[icon color=»Accent-Color» size=»regular» image=»steadysets-icon-chat»] Contexto

En su discurso Obama prometió que «la esperanza se impondrá al miedo» y que «la voluntad común se impondrá al conflicto y al desacuerdo». Pero advirtió que no será fácil, que será preciso mucho trabajo de todos, grandes cambios y la recuperación de viejos valores sepultados por la filosofía de la opulencia y el todo vale. Entramos, dijo, en «una nueva era de responsabilidad» en la que cada ciudadano debe aportar su esfuerzo al bien del país y de la humanidad. El discurso de posesión fue una combinación de realismo y visión, de pragmatismo e ideales, un compendio de la herencia revolucionaria y las mejores enseñanzas de Jefferson, de Kennedy, de Reagan… un ejemplo de la voluntad renovadora pero integradora y centrista que está ya instalada en la Casa Blanca.  El reto es enorme. «Quiero deciros hoy», advirtió, «que los desafíos que tenemos por delante son reales, son serios y son muchos. No podremos resolverlos ni fácilmente ni en un corto periodo de tiempo» «Nuestra capacidad», añadió, «se mantiene intacta. Pero el tiempo de quedarse quieto, de proteger intereses estrechos o de relegar las decisiones incómodas, ese tiempo, seguramente, ha pasado. A partir de hoy, tenemos que ponernos de pie, reinventarnos y empezar otra vez el trabajo de rehacer América». Obama apeló al «espíritu de servicio» de sus compatriotas y a la necesidad de abrir las mentes a nuevas soluciones -«hoy la pregunta no es si necesitamos un Estado grande o pequeño, sino uno que funcione. Hoy la pregunta no es si el mercado es una fuerza para el bien o para el mal… nuestra prosperidad dependerá de nuestra capacidad para extender las oportunidades»-. Al mismo tiempo, aseguró que la renovación ha de hacerse de la mano de valores «que han sido el motor callado del progreso a lo largo de toda la historia» y que han perdido vigencia frente al relativismo y la abundancia. «Valores como el trabajo duro y la honestidad, el coraje y el juego limpio, la tolerancia y la curiosidad, la lealtad y el patriotismo son cosas viejas, pero son cosas de verdad. Hoy se requiere el retorno a esas verdades. Lo que se requiere de nosotros ahora es una nueva era de responsabilidad, un reconocimiento de parte de cada estadounidense de que tenemos obligaciones con nosotros mismos, con nuestra nación y con el mundo». Sorprende en el discurso de Obama una apelación específica «al mundo musulmán». «Vemos un nuevo camino por delante basado en los intereses y el respeto mutuos», dijo. Pero, enseguida, añadió: «Aquellos líderes que tienden a culpar a Occidente de los problemas de sus sociedades tienen que saber que sus pueblos los juzgarán por lo que construyan, no por lo que destruyan. Aquellos que llegan al poder por medio de la corrupción y el acallamiento de su oposición, sepan que están en el lado equivocado de la historia, pero que les extendemos nuestra mano si quieren abrir el puño». Insistió en su promesa de dejar Irak «responsablemente» y ofreció trabajar con otros países para «reducir la amenaza nuclear» y «acabar con el espectro del calentamiento global». Expuso, en términos generales, un ángulo negociador y claramente contrastado con el de su antecesor. Pero advirtió que Estados Unidos no va a «pedir perdón por su forma de vida» ni va a relajar su dispositivo de defensa. «A los que intentan alcanzar sus objetivos por medio del terrorismo y la muerte de inocentes, quiero decirles que los derrotaremos». «Seamos capaces», concluyó Obama, «de que los hijos de nuestros hijos digan algún día que, cuando se nos puso a prueba, nos negamos a apartarnos del camino, que ni dimos la vuelta ni flaqueamos».