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La campaña de Ítalo Luder se da luego de la dictadura militar en la Argentina. El proceso democrático se había desencadenado luego de la Guerra de las Malvinas, en 1982, cuando la dictadura militar se inventa una guerra para maquillar el fracaso de sus políticas económicas y sociales. Luego de la derrota se abrió el proceso de transición democrática. Luder se presenta a nombre del Justicialismo, es decir, el peronismo. Durante el desarrollo de la campaña contó siempre con un amplio favoritismo que fue minado por la campaña y la estrategia de Raúl Alfonsín, su adversario de la Unión Cívica Radical. El Justicialismo diseñó una campaña focalizada hacia su enorme capacidad de movilización. Luder no creía en la comunicación estratégica, eso hacia que no buscara asesoría profesional ni se dejara ayudar. El candidato despreció la televisión pues no se consideraba telegénico y prefería las grandes manifestaciones de plaza pública de los justicialistas. La imagen visual estaba en manos de los distintos candidatos peronistas que armaban los afiches y las demás piezas según su saber y entender. Eso hizo que hubiera muchos mensajes, muchas imágenes y un desorden que percibió el electorado. Nunca se supo cuál era el slogan de campaña en ese caos: “Con Luder Ganamos”, “El Pueblo al Poder”, “Todavía nos da el Cuero”, “Poder a los tres Poderes”, “Peronismo es Liberación”, “Unidad Nacional o Dependencia” y “Por la Victoria Peronista”. La campaña no tenia, además, órganos de decisión, todo lo decidía Luder y como el no creía en la publicidad, ahí se bloqueaba cualquier iniciativa. La suma de esos elementos se tradujo en un crecimiento del adversario que si supo utilizar la publicidad y la comunicación en beneficio de su aspiración. El triunfo electoral del radical Raúl Alfonsín el 30 de octubre de 1983 fue una sorpresa en términos políticos e históricos, al vencer sin atenuantes al peronismo, una fuerza que por primera vez caía derrotada en una contienda democrática. Las encuestas predecían un triunfo de Alfonsín, pero obviamente la campaña de Luder tampoco creía en las encuestas. En esta contienda, una vez más, la intuición fue derrotada por la estrategia.