[icon color=»Accent-Color» size=»regular» image=»steadysets-icon-chat»] Contexto
La campaña de Rudolph Giuliani se mostró, inicialmente, como la mejor opción Republicana para derrotar el favoritismo de Hillary Clinton. La estrategia estaba dirigida a evidenciar el liderazgo que Giuliani había mostrado a su paso por la alcaldía de New York. Alguno de sus asesores expresó que la campaña demostraría que “que Giuliani es el único candidato republicano capaz de cruzar las líneas partidistas, que es el único capaz de ganar en Estados como Illinois, como Nueva York…, que es el único candidato republicano que hace campaña en los 50 Estados y el único capaz de captar votos demócratas en grandes proporciones”. Inicialmente las encuestas le dieron la razón a sus asesores, por eso, los candidatos Demócratas dirigieron su artillería hacia el exalcalde tratando de erosionar su favoritismo. Dos eran las características que los estrategas comunicaban en sus mensajes: Giuliani era el héroe del 11-S y era la oveja negra del partido Republicano al adoptar posiciones que no eran consideradas muy ortodoxas por su partido. La campaña estructuró un mensaje centrista que se acentuaba ante el extremismo que mostraban sus adversarios en las primarias. Giuliani se mostraba como un político pragmático más parecido a Sarkosy que a Margaret Thatcher. Las bases de su discurso eran sencillas: “experiencia exitosa, reducción de impuestos y mano dura contra el crimen y contra los enemigos de Estados Unidos”, es decir, economía y lucha contra la delincuencia y el terrorismo. Durante la campaña evitó referirse a la guerra de Irak, consciente de que el 70% del electorado se opone al rumbo que tomó el tema, y cuando debía hacerlo, apelaba a la imagen de Ronald Reagan y no a la de Bush. El perfil de Giuliani no era el de un liberal pero tampoco era el de un conservador ortodoxo como el que le gusta al votante conservador de las primarias republicanas. Lo cual empezó a minar las posibilidades del exalcalde. Su discurso era persuasivo para electores de centro que no son los que votan en las primarias partidistas. Ahí estuvo su talón de Aquiles. En las encuestas de Iowa, por ejemplo, ocupaba el cuarto lugar detrás de Mitt Romney, el ex gobernador mormón que participa con una plataforma de intachable conducta moral y éxito empresarial, Mike Huckabee, el pastor evangélico que ha confesado creer en la teoría creacionista, y Fred Thompson, el actor que intenta repetir el éxito de Ronald Reagan en su momento. Algo similar sucedió en New Hampshire donde opciones más ortodoxas se impusieron sobre él. Sus opciones de triunfo se vieron empañadas por la derecha cristiana y otros grupos de la cruzada moral en la que se soportan la base republicana en muchos estados. Uno de los temas que más rechazo suscitó en las filas partidistas fue el relacionado al aborto. Sus adversarios se encargaron de comunicar que Giuliani no tenía una posición contundente contra el aborto, lo cual, en el fondo, no era totalmente cierto, Giuliani no es un proabortista, pero acepta el derecho a la interrupción del embarazo y deja a los Estados legislar al respecto. Esa postura era rentable en las elecciones presidenciales pero no en las primarias. Al final el exalcalde de New York terminó por retirarse y apoyar a John McCain, quien ya se mostraba favorito en las encuestas. Los estrategas de Giuliani se equivocaron. Utilizaron mensajes equivocados en el contexto inadecuado. Primero había que ganar las primarias, y allí había que persuadir a electores conservadores que buscan discursos conservadores. El discurso y los mensajes de centro eran para las presidenciales no para las primarias. Parte de la estrategia es entender los tiempos y los momentos de cada contienda. Eso no sucedió con Rudolph Giuliani.