[icon color=»Accent-Color» size=»regular» image=»steadysets-icon-chat»] Contexto
Ségolène Royal pertenece a una generación que no vivió la Segunda Guerra Mundial ni el preámbulo de la integración europea. En el espectro político de izquierda encarna el socialismo moderado. El esfuerzo electoral estuvo dirigido a persuadir el centro. La candidata era un fascinante desafío para los estrategas y publicistas de la campaña. Una mujer cautivante con un vocabulario que sabía como dirigirse a esos conservadores católicos que viven en los centros rurales de Francia. La heroína socialista que habla a nombre del pueblo tiene sus orígenes en un padre militar y una familia católica con una moral casi puritana. Nada que ver con esos iconos de izquierda surgidos de la clase obrera o de las barricadas de la resistencia. Una sonrisa hermosa, una figura atractiva, carácter y un apellido sonoro y con resonancia monárquica. El desafío era modernizar un partido anquilosado, seducir el centro de la opinión mientras sonaba cautivante a algunos conservadores rurales. Es la primera vez que una mujer llega a la segunda vuelta electoral. La campaña no supo transformar los problemas de la sociedad francesa en un programa comunicable. La candidata se concentró en los valores de cambio de la sociedad pero una campaña basada en valores no basta, la gente quiere cosas concretas: qué se va a hacer, cuándo se hará y cuánto cuesta hacerlo. Ségolène tampoco logró llegar a las elecciones con un partido sólido y unificado. La fractura no fue en la base, que la siguió, sino en la cúpula tradicional, trasmitiendo a la población una sensación de vulnerabilidad que debilito el espíritu de triunfo y posiblemente hizo que migrara algún voto blando hacía la derecha. La campaña publicitaria de Royal oscila entre la vanguardia y la retaguardia, entre lo osado y lo prudente. La imagen central es una ilustración en donde su rostro evoca a Marianne, la encarnación de la República Francesa. Lamentablemente no fue la única imagen de campaña, había otras cinco, con igual número de mensajes, es decir, el caos comunicativo. Esta es una fotografía del rostro e primer plano con una sonrisa agradable y una actitud juvenil, moderna y confiable. Hay unidad tipográfica y un mensaje que contradice la jovialidad del rostro: La Presidente de Francia, evoca una imagen más imperial, menos jovial. Es un trabajo aceptable visualmente pero controvertible estratégicamente.