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La campaña de Kirchner se presenta en una coyuntura de inestabilidad política, económica y social que genera un escenario propicio a una campaña emocional que ninguno de los candidatos a estas elecciones supo explotar. Cinco Presidentes en un mes, paros generales, abstencionismo electoral histórico, levantamientos en las calles, cese de pagos de las obligaciones internacionales y acusaciones de lado y lado de corrupción. Los argentinos se sentían avergonzados. La campaña de Kirchner utiliza una grafica convencional sin unos instrumentos de persuasión que recojan la oportunidad anímica del electorado. La confusión imperó en esa campaña con 18 candidatos y ninguno fue capaz de canalizar la frustración colectiva en una comunicación esperanzadora y en un mensaje de contundencia emocional. La publicidad negativa ayudó a fortalecer la convicción pública de que la política era una podredumbre y nadie se salvaba. Todos se atacaban a todos. En la primera vuelta Menem alcanzó el 24,45% de los votos y Kirchner el 22,24%. La segunda vuelta no se dio porque se vislumbraba un “todos” contra Menem y este prefirió retirarse, en otras palabras, Kirchner no logró persuadir al electorado, como en el caso de Chirac y Le Pen, en 2002, la gente votó contra el que más odiaba pero eso no quiere decir que les gustara el que gano. Los slogans de la campaña “Un País en Serio”, “Un País Normal es Posible”, “Al Pasado Gánale”, “Argentina es Posible Ahora” y “Si no quieres que gane Menem” disparaban mensajes para todo lado a ver si algo les pegaba. Por lo menos tuvieron la suerte de que las otras campañas tampoco era que estuvieran muy bien en mensaje y estrategia. En la campaña de Kirchner hubo dos cosas rescatables: el logo en donde el mapa de Argentina ayudaba a formar la K de Kirchner y el maravilloso anuncio de los jóvenes Kirchnerianos “NO TE VAYAS QUE VIENE KIRCHNER”. En este último había un camino de comunicación que hubiera podido ser explotado en la campaña con otros mensajes igual de focalizados.