[icon color=»Accent-Color» size=»regular» image=»steadysets-icon-chat»] Contexto

Spot de la campaña de Germán Vargas a la Presidencia de Colombia, a nombre de Cambio Radical, durante la contienda electoral de 2010. La campaña de Vargas Lleras solo encontró el tono al final de la primera vuelta. La forma imperial que primó en la mayor parte de su comunicación cambió en las últimas dos semanas por un formato cercano en donde el candidato ya no gritaba o sonaba imperativo sino que se mostraba calido y persuasivo. El punto de partida visual en materia televisiva fue un evento de lanzamiento en donde las luces, las cámaras, la audiencia y la posición privilegiada y elevada del candidato lo mostraban distante y arrogante, profundizando así una de las vulnerabilidades más claras de Vargas: la percepción de pedantería y altanería que despertaba en algunos sectores. Es curioso que mientras la mayoría de los candidatos en el mundo entero, tratan de mostrarse cercanos y cotidianos en los instrumentos de persuasión de su campaña, un candidato como Vargas prefiera piezas en donde se muestra distante e intocable. Ese tipo de comunicación es valida para un candidato que no parece presidente y hay que darle esa dimensión, algo así como lo que hicieron los asesores de De la Rua cuando lo mostraron caminando con un sobretodo negro y rodeado de hombres armados o lo que hicieron los asesores de José Mujica para que pareciera presidente, pero este no era el caso de Vargas. En esas piezas se ve al candidato gritando, con actitud visual de supremacía y con un entorno de luces, sonidos y efectos que lo alejaba y lo alejaba del ciudadano común y corriente que observaba las imágenes inerme desde la sala de su casa o desde la alcoba en donde descansa en su hogar. Este es el típico caso en donde la comunicación es la expresión visual de la estética personal del candidato, se nota que el candidato solo dejaba pautar las piezas que a él le gustaban, sin entender que debían era gustarle al ciudadano común y corriente y no a él. Luego vino la campaña parlamentaria en donde se asumió que el ciudadano conocía a ese cúmulo de rostros que salían en un escenario campestre. Es curioso que se pierda la oportunidad de posicionar el nombre de los aspirantes y la corporación por la que competían para hacer una pieza estéticamente agradable pero incomprensible en materia de posicionamiento de mensaje y confusa en cuanto a nombres y rol, no se sabia quiénes eran los que estaban hablando y por qué era que hablaban, curiosamente el único que se identifica era el mismo Vargas Lleras, sin importar que en ese momento corría la elección parlamentaria y no la de él. Al final vendría una última etapa en donde el candidato encontró como elemento diferenciador el concepto de que él tenia el mejor programa, y ya en la última semana por fin cambio el formato de sus piezas mostrándolo cercano y amable. Es importante resaltar que las semanas previas al certamen electoral Vargas se hizo acompañar de su hija en los medios de comunicación y eso ablandó también la percepción de dureza de su personalidad que era, repito, la que le generaba prevención por parte de algunos sectores poblacionales. Que diferente hubiera sido la suerte de este aspirante si en lugar de lanzar propuestas cada semana sin generar recordación alguna por la cantidad, se hubiera concentrado mejor en contrarrestar su verdadera vulnerabilidad: su propia personalidad, una personalidad cuya debilidad no hizo sino acentuarse a través de los distintos instrumentos de persuasión que se diseñaron en la mayor parte de la campaña. Es importante resaltar que el slogan de MEJOR ES POSIBLE, era bueno y con un importante contenido persuasivo, sin embargo, la campaña no supo venderlo emocionalmente y posicionarlo así en forma esperanzadadora en el electorado. A esta campaña se le notaron los recursos y la capacidad de comunicación, solo se equivocaron estratégicamente en lo que había que visualizar , contrarrestar y potencializar. Ahí estuvo el gran y definitivo error.