Imagen de la campaña de Rafal Pardo para la Presidencia de Colombia, durante la contienda electoral de 2010. La campaña de Pardo tiene tres etapas en materia de comunicación: la campaña por la candidatura liberal, la campaña para el congreso de la bancada liberal y la campaña para primera vuelta presidencial. En la primera etapa la comunicación giro en torno al concepto de “El Siguiente Paso” con lo cual pretendieron manifestar que el candidato era el vocero del post-uribismo, es decir, el gobernante que Colombia necesitaba luego del gobierno de 8 años del Presidente Álvaro Uribe. Eso lo acompañaron con unos spot algo inocuos en donde muestran el perfil del candidato y lo muestran caminando en el Congreso de la República, sin importar la baja favorabilidad de dicha institución en la opinión pública colombiana. La segunda etapa tuvo la curiosa idea de cambiarle los colores al logotipo histórico del Partido Liberal para propiciar un mensaje de inclusión que nadie en la opinión entendió. La amalgama multicolor de logotipos hizo que se perdiera la contundencia del rojo que hubiera podido ser explotado con mejor suerte. El concepto de “Somos Liberales, Somos Colombianos” es complicado y necesitaba explicación y una de las reglas del abc del Marketing Político es que slogan que hay que explicar, es malo! En esta etapa es importante rescatar el esfuerzo del Partido por visibilizar a sus candidatos aunque el esfuerzo fue anulado por los textos elaborados que trataron de comunicar en donde se perdió la contundencia de un mensaje único y persuasivo por complicados juegos de palabras que no generaron recordación alguna. En esta etapa es importante mencionar el spot en donde el partido liberal crítica algunos escándalos del gobierno y lo hace con precisión y recursos llamativos. La última etapa de la Campaña de Pardo es confusa y etérea y no supo contrarrestar las verdaderas vulnerabilidades de la aspiración. Los asesores del candidato no supieron entender que la vulnerabilidad del candidato estaba en su forma de ser y que era allí en donde debían concentrarse los esfuerzos de comunicación. Algo similar a lo que le pasó a Fernando de la Rua en Argentina y que fue contrarrestado con el famoso spot “Dicen que soy Aburrido”. Seguramente en la campaña habían muchos publicistas y periodistas y pocos estrategas políticos. Ninguno de los spot realizados generaba recordación y por lo tanto eran poco persuasivos, es decir, no propiciaban comportamiento electoral tal y como quedó demostrado con el resultado electoral. Eran piezas decorosas pero sin vocación persuasiva, lo cual se traduce en derrota. Esta campaña es una muestra más de lo importante que es dirigir los distintos instrumentos de persuasión de una forma inteligente, contrarrestando debilidades y potencializando fortalezas. Un candidato bueno y con potencial quedó sumergido en una avalancha de ideas, colores y mensajes que terminaron por enterrar sus aspiraciones en una lánguida derrota. Una vez más es importante enfatizar que muchas veces la campaña no se trata de lanzar conceptos legítimos o propuestas viables sino desactivar rasgos personales que inhiben al elector de apoyar electoralmente a un candidato.
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